Mientras EEVAM abre las puertas al diseño industrial, el diseño industrial abre puertas al futuro
En la quinta revolución del sistema socio-productivo, las empresas necesitan redefinirse. Es por eso que el diseño industrial cumple una función fundamental de cohesión en todo el engranaje del sistema.
Los diseñadores industriales generalmente se enfocan en la apariencia física, funcionalidad y procesos de fabricación de un producto, aunque están a menudo envueltos en mucho más durante el ciclo de desarrollo. Todo esto finalmente extiende al producto hasta el último valor general y la experiencia que proporciona a los usuarios finales.
Industrial Designers Society of America (2019).
La tecnología puede ser definida a grandes rasgos como el conjunto de conocimientos científicamente ordenados que permiten diseñar y crear bienes y servicios que facilitan la adaptación al medio, así como la satisfacción de las necesidades individuales y las aspiraciones de la humanidad. Fielmente a su etimología, del griego, tekne (destreza) y logos (ciencia), la ciencia de la destreza, se trata del estudio de la generación de herramientas capaces de conseguir un fin. Un “fin”, que en este caso se define como “adaptación al medio, necesidades individuales y aspiraciones de la humanidad”. Como en 1829 ya decía Bigellow, solo puede existir innovación tecnológica si hay beneficio social.
Cabría un amplio debate -que no será objeto de este post– tratando de concretar en qué consisten las necesidades y aspiraciones de la humanidad y su manera de adaptarse al medio. No obstante, es una obviedad que no solo existen aspiraciones materiales (al menos para todo el mundo), y por tanto, para poder conseguir estos medios debemos realizar un estudio interdisciplinar que comprenda el campo de las ciencias sociales, las ciencias o las artes aplicadas; es decir, desarrollar tecnología de una manera interdisciplinar. De ello se encarga el diseño industrial.
Diseño es mejorar la vida de las personas a través de productos fabricados en masa, o tal como podría concluirse, hacer tecnología. De este hallazgo están siendo testigos numerosos grupos de interés que están actualizando su enfoque ante la innovación. Ejemplo de ello es el caso del Manual de Oslo, donde recientemente se ha introducido el concepto de innovación social para referirse a cualquier optimización (bien materializada a través de productos, de servicios, organizacional, etc.) con una finalidad de mejorar la sociedad y no con fines meramente económicos para la empresa. Lo que es más, prestigiosos economistas como Porter y Kramer han introducido el concepto de “valor compartido” para referirse a una finalidad unívoca entre beneficio social y desarrollo económico de las empresas, o han evidenciado la supremacía de la estrategia empresarial frente a la eficacia operacional.
Por todo ello, cuanto más holístico y transversal sea nuestro conocimiento, más herramientas tendremos para orientarnos al beneficio propio y al progreso ajeno. De manera que, constatando que en el Renacimiento Leonardo Da Vinci silenciaba sus cualidades como ingeniero para destacar como pintor y durante años las ciencias aplicadas han relegado al olvido a las artes, actualmente debemos despedir por completo la tóxica fragmentación entre disciplinas para abrazar al producto y todo lo que lo rodea, alentando un humanismo tecnológico que integre ciencias sociales, ciencias aplicadas y artes.
Con la cooperación de tecnólogos especialistas electrónicos, mecánicos o técnicos en mercadotecnia, EEVAM ha comenzado a utilizar en algunos de sus proyectos técnicas transversales de diseño de producto. En su primera inclusión, se ha utilizado como columna vertebral el método Munari, implementando herramientas del design thinking en base a un Diseño Centrado en Usuario para la generación de propuestas, más concretamente el enfoque 121.
Ingenieros para el Desarrollo de Vehículos Eléctricos
En primer lugar, se definieron las necesidades de diseño y se desgranó cada problema con el fin de estructurar toda esta información con un mapa conceptual. Una vez que se consiguió organizar la información general que nos sirva de caldo de cultivo para generar ideas pasamos a la fase de incubación donde damos margen a los procesos del subconsciente. Estas ideas se cruzarán con datos de tendencias del mercado y referencias de nuestro cliente potencial (sirviéndonos de recursos como mapas mentales, mooodboard o mapas de empatía) que traduciremos en elementos visuales relevantes para definir la estética de nuestro producto a través de la etapa de bocetaje. Posteriormente se estudiaron los materiales y procesos de fabricación ofertados en el mercado para determinar varias propuestas que se valoraron en base a ciertos criterios ponderados a través de la matriz de Pugh, para así decidir qué opción será la definitiva. Finalmente se ha procedido a la fabricación del modelo y a la verificación del resultado para concluir que el proyecto ha producido una solución satisfactoria.
Siendo un proyecto abordado por una persona única, se han empleado estos métodos de proceder particulares. No obstante, en momentos puntuales se ha recurrido a dinámicas de cooperación para el fomento del desarrollo de ideas como por ejemplo la Lluvia de Ideas de Osborn (1960). A medida que se integre la disciplina del diseño en el equipo de trabajo podremos sacar partido a la riqueza del entorno interdisciplinar de EEVAM para potenciar la capacidad de creación de la empresa. En la quinta revolución los ingenieros hemos de retarnos frente a los algoritmos, y si hay algo en lo que podremos competir es en nuestra capacidad creativa. Mientras EEVAM abre las puertas al diseño industrial, el diseño industrial abre puertas al futuro.